jueves, 10 de julio de 2008

La Fragancia de un poeta



La imagen del espejo burlábase una vez más de ella, en un rostro de mujer que le hablaba a destiempo sin sonidos ni gestos, un vestigio de gardenias, rozaba la piel de las paredes de su cuarto. Ya la mujer no estaba, ahora era la voz: “Aún te busco y me pierdo en tu esencia arrobadora y no sé si es la bruma o el cansancio de no hallarte.”
Era él, cantándole nuevamente el verso de amor desesperado.
Un suspiro creciente le estremeció la garganta y desplegó su llanto sobre una hoja de cercanas escrituras. El amor corría despavorido por sus manos. Desde el corazón hasta el papel:
Amado mío:
La angustia se ha vuelto mi sombra y ya no sé si respiro por mí o si lo hago cuando te pienso. No puedo deshacerme del cansancio que provoca tu ausencia en mis días. Hasta el viento se apiadó de mi boca cerrada y me forzó una mueca improbable ante un amanecer sin nubes. Este frío de mi realidad te aguarda. Y no sé alma mía que te repites, cómo obrar el milagro de que estés.
Tu fragancia.
La misma estela se mezcló con el salitre cansado de desgastar la vieja roca.
Un día más, Cristal se dispuso a regalar su encanto al grupo de navegantes. Adrián, el director, hizo girar su pensamiento hacia esta dirección:
_Cristal, me han solicitado un profesional que se una a un equipo médico para realizar pruebas de una nueva terapia en esquizofrénicos. Pensé en ti. Sería en el sanatorio de las siervas de María, a dos horas de aquí, dos veces por semana. ¿Te animas?
La joven sintió un sobresalto que le pendía del lado izquierdo, pero respondió:
_Sabes que me encanta ir más allá de mí y de lo posible. ¿Cuándo comienzo?
_Mañana mismo a primera hora.
Ella sólo asintió con sus enormes ojos. Le sorprendió la luz adentrándose en aquel lugar mezcla absoluta del paraíso con la melancolía. Una religiosa a cargo le recibió guiándola hacia el resto de los especialistas. Allí le fue asignado un pequeño grupo que la esperaba en un inmenso salón bañado de una discordante paz. Sentados, con la expresión perdida, ambulante, no parecieron percatarse de ella; mucho menos el anciano, quien sólo dibujaba, con sus gastados dedos centenarios, algo como una silueta en el aire. Cristal los contagió con su increíble voz. Por un instante prestaron atención. El anciano, sumido en un mar de huesos, la miró en una abrupta contracción de su rostro. Cristal se sobresaltó, envuelta por un miedo con vestigios de sorpresa, pero alcanzó a sonreír. El hombre no dejó de observarla y gritó desesperado en un arranque de locura. El resto se le sumó: unos para reírse, otros para acompañar sus alaridos, al instante llegaron dos enfermeras que lograron controlarlos con sedantes, llevándose al anciano con la mirada prendida en los ojos de la muchacha estremecida. Aquella mañana sería imposible continuar con la terapia, así que regresó marchitada hacia la ciudad. ¡Cuánta fijeza en sus parpados, cuánto temblor en su cuerpo! En cambio, durmió cansada por el viaje y la incertidumbre. Un sabor a café amargo amaneció en su boca. La escena súbita del manicomio le consternaba la existencia. Aquel anciano le caló hasta el hueso, no era sólo la común conmoción que sentía por sus pacientes. Aquel anciano… ¿Qué tenía en sus ojos delirantes, desgarrados, alucinantes…?
Una vez más se descubrió hurgando en recuerdos ajenos, pero a la vez muy suyos y el rostro del anciano tatuándosele en la mente, mientras rompía el silencio de su cuarto, un grito aterrador, algo familiar.
Con espíritu aventurero se dirigió al manicomio y solicitó el expediente de Leonardo Fotula, (el esquizofrénico centenario) (Fotula es un término griego que significa: luz de Dios). Con una avidez absoluta fue descortezando aquel grueso material, muestra de una historia clínica, dormida en varios años: Inicios de diagnosis: Neurosis compulsiva, DMA paciente que muestra un cuadro clínico... Así estuvo, absorta ante tanto desenfreno, ante todo ese desequilibrio. Casi pudo concebir imágenes del hombre desgarrado y preso de letanías infinitas. “Un hombre”. Masculló un “Dios mío”, impulsado quizás por aquella mano que le tocaba el hombro:
_Buenos días…
Una monja ya entrada en el tiempo le sonreía:
_Me han contado que es usted la nueva especialista.
_Si... buen día soy yo. _ Le devolvió Cristal, limpia y luminosa como toda ella como su mismo nombre.
_Me informaron sobre Leo, estoy preocupada, nunca se había manifestado agresivamente en los años que lleva aqui, se mostraba siempre anonadado, paralizado en sus pensamientos, dibujando algo en el aire con sus manos. ¿Qué sucedió exactamente señorita?
Cristal no supo explicar.
_No tengo idea. ¿Por favor, me cuenta algo más de ese paciente?
La monja tragó en seco palabras que quizás no consideró oportunas
_Hace diez años que lo tenemos acá, no sabemos cómo ha podido sobrevivir ante tanta melancolía: lo trajo un amigo. Parecían amo y señor, amigos inseparables, escudero y caballero, entiende? En aquel entonces ella…
No dijo más. Cristal se desesperó:
_Continúe, le suplico…
Con un suspiro imperceptible, la religiosa habló:
_La locura de ese hombre es producto desmedido de la pasión (Cristal se estremeció) Quería realmente escuchar la verdad? Se aferró fuerte a su bolígrafo, (Único apoyo confiable para ella en aquel momento) y siguió arrancándole con los ojos las palabras a aquella enviada de Dios:
_Él era un poeta de los más controvertidos, enajenados, volubles, trágicos: vivió soñando con una mujer hecha esencia: la pensaba a cada segundo. Un día, la encontró o mejor, se hallaron dos que se buscaban eternamente como esos amores mundanos de las telenovelas. ¿Entiende?
Cristal quiso despreciar con argumentos convincentes el planteamiento absurdo de la mujer, pero recordó su devoción. Por respeto y necesidad se mantuvo callada.
_Pero ella estaba prometida a otro hombre y él poeta era un hombre soñador, incapaz de ofrecerle otra cosa que no fueran sus locos versos. Aún así, se amaron. ¡Cuentan que Dios, qué sacrilegio! Cuentan y esto me avergüenza decirlo, que cada vez que había luna llena, corrían a amarse bajo un almendro. Ella era una joven de altísima clase, eran casi adolescentes .El escándalo duró hasta que se descubrió el embarazo: una noche, ella dejo de acudir sin respuesta al encuentro con el loco poeta; él se desequilibro más y ahí comenzó su tortura eso es todo. _ La mujer cerró sus labios en un apretado gesto._ Cristal la miró suplicante:
_ ¿Y ella? ¿Entonces es él? ¡Dios miooo!
La monja extrañada revocó:
_ ¿Qué dice?_ Cristal se paralizó_ ¿Dígame qué fue de ella?
_Esas son palabras que no me pertenecen señorita. Son de Dios, perdóneme, tengo mucho que hacer. Le conté de Leo para que quizás conociera algo del por qué de su melancolía, pero no se encause en un hombre al que le quedan días contados, no remueva el pasado, no vale la pena.
Se fue de una manera como jamás había visto Cristal, quizás dado por su oficio logrado, pero aquella monja se marchó como por arte de magia, perdida en unos pasos no dados. Cristal quedó pequeñita, transparentándose en un cuerpo que no era completamente desconocido era su piel... si... pero su alma ¡Dios, cuánto dolor! El llamado a la misa de las dos, la hizo reaccionar, su tren saldría en media hora. En un estado inexplicable salió a rastras hacia la estación, sin fuerzas, sin aliento se dejó caer sobre su asiento. A su lado, una viejita con cara de ángel le sonrió: _: En los pequeños detalles asoma la verdad pero a veces no sabemos cómo descubrirla. Y cerró los ojos.
Cristal creyó ver que un ala se le salía al costado, una perfecta ala de ángel; pero con escalofríos no miró más. ¿Qué estaba sucediendo con su vida?
Su deseo creciente de saber la condujo a la biblioteca, allí se instaló por completo a un ordenador. La tecnología le resultaba común y evidente, pero no la asimilaba entre sus preferencias. Buscó la información de Leonardo Fotula... Nacido en 1908, pero nada sobre la dama, nada sobre aquella mujer que estaba muy dentro de si, pero que seguía siendo, como para el poeta, un indescifrable acertijo. La incertidumbre, una vez más la locura; una locura que la arrastraría hasta el final, costase lo que costase. Con mejor ánimo viajó para hacer el intento de aplicar aquella terapia que combinaba música con órdenes repetidas que deberían calmar el espíritu de los pacientes. Aquella era una mañana de las que se encienden, de las que trasmiten una claridad quemante. Había algo de alivio en su alma, una reacción o sentimiento realmente inexplicable, pero se dejó llevar hasta el amplio salón. Otra vez allí, ensimismados, sonrientes, vagos estaban sus pacientes, pero no él; se extraño pero su ética probada le permitió aplicar la terapia con algo de satisfacción. Una de las enfermeras testigo del incidente se le acercó:
_Buen susto el del otro día.
_Si-atinó a responder- Como está él?
_Mal, anda con los ojos quien sabe donde
_ ¿Puedo verlo?
_Sí, lo tiene a su cargo, claro que puede
Atrás quedo el poco de alivio, atrás la conformidad, no podía caminar, otros pasos movían su cuerpo, otro corazón le latía. Llegó al cuarto y ahí estaba tendido, en su casi inerte figura el poeta enamorado. Cristal vestía aquella mañana de blanco como las gardenias, llevaba su fragancia, era fresca como aquella flor. Su cuerpo era el tallo inequívoco. Dejó de ser mujer, había mutado a flor, no había sangre en sus venas; un sabor a clorofila la invadió. ¡Dios, era una gardenia! Se acerco al moribundo, quien respiró. Todo el aire contenido en la habitación dejó de ser purificado con cloroformo, ahora olía a gardenia. La miró largamente, ella de la misma manera. Estupefacto, el poeta sonrió borrándosele la huella del tiempo, volvía a ser él:
_Amor mío... Regresaste amor, mi único y grande, mi verdadero e infinito amor... Mi fragancia.
Si_ respondió poseída Cristal_ Aquí está tu dulce dama, regresé para decirte que te amo... ya soy un alma libre, puedes venir conmigo...
_Amor -dijo el poeta con una voz. (Era la voz de Richard) “te esperaba”.
Y nació el beso y el abrazo los hizo uno eternamente. Pasado algún tiempo indefinido realmente, regresó la enfermera. Cristal yacía en el suelo con una palidez feliz. El poeta, había dejado de respirar, la enfermera, reanimó a la muchacha y con una parsimonia increíble, llamó a un doctor. Cristal reaccionó llorando con un cansancio enternecido. Como el de las almas que al fin descansan.
Esta vez el regreso a la ciudad le pareció más rápido. Transcurrió la noche como si todas las gardenias de la tierra desprendieran su perfume. La luna se volvió más llena que nunca... Sin cráteres visibles. Perfectamente plateada .Cristal le habló, como acostumbraba de niña:
_Gracias madre, una parte de mi alma reposa, pero otra aún está carente ayúdame, ampara mi soledad, ilumíname.
La puerta de su casa, adolecía callada unos golpes ansiosos; esto le hizo percatarse de que había despertado otro día. Abrió, ante ella, la imagen taciturna de Don Nicot, el vendedor de libros, le hablaba:
_Gracias te agradezco que hayas ido a su encuentro, que le hayas dado el descanso a mi tío. Fragancia...
_ ¿Su tío? ¿Acaso no es su abuelo?
No-reafirmó Don Nicot- era hermano de mi abuelo él era el menor, no sabes cuánto lo busque por mucho tiempo hasta que di con él en ese sanatorio; era el más querido de la familia, todos sufrían por él, pero un día desapareció... la vida, pequeña, la vida es un acertijo... "solo en los pequeños detalles”- Cristal termino la frase: _
_" Asoma la verdad... Pero a veces no sabemos cómo descubrirla"
_Así es, cuando te vi aquel día en la librería, fue como ver aquella fotografía que estrujaba sin gastarla, porque lo hacía con los ojos, el querido poeta, el Labrador de las letras y supe siempre que eras tú en otro tiempo bajo otro nombre.. Pero tú.
_Cristal lloró conmovida una angustia que parecía dolerle eternamente _Estoy muy confundida Don Nicot; descansó el poeta si pero hay algo en mi… ¿Qué es?
_Es la pregunta a quien eres…
_Aún no terminas por descubrirte dulce dama, aun quieres saber que fue contigo
_ ¿Creo que si me cuenta Don Nicot…? ¿Me dice qué sucedió con la fragancia?
Te cuento hija mía, te cuento que la fragancia tuvo un hijo del poeta, un hijo sin vida. Imposible tanto dolor para ser soportado por tan frágil mujer. La separaron de su mundo, de su poeta... de su sueño. Le arrancaron la vida y por algún tiempo anduvo rebelde y carente de fe. Alguien la guió a los caminos de Dios y tomó los hábitos bajo la congregación de las siervas de María. Nunca dejó de pensar en su amor pero el dolor de la separación, de la pérdida del hijo y del desgarramiento había sido tan fuerte, que se secó su esencia y se halló perdida. Solo volvió a encontrarse cuando pudo servir; prefirió entregarse a muchos. Llegó a la conclusión de que dar es la única forma de descubrirse, de estar en los demás y amó a Dios, pero siempre con el dolor pecaminoso de no poder arrancarse a su poeta del alma. Tiempo después... se sintió cobarde, arrepentida y regresó a servir precisamente al sanatorio donde estaba él, imagínate el encuentro. Imagina el dolor de verlo perdido ya para siempre por la locura y ella por su compromiso con Dios, de tantos años. Se dedicó a atenderlo, a mimarlo; ya eran muy adultos y entre ellos había un amor casi filial, pero insatisfecho... no podían cruzar miradas. Ella corría a rezar y él lloraba impotente su desequilibrio. Esto sólo duro dos años, otra vez se separarían, esta vez la muerte fue protagonista... Quizás Dios no quiso ver pecar una vez más aquella alma buena. A veces Dios toma decisiones que duelen. Ella murió de cáncer. Otra vez el desconsuelo. Agravado por una realidad cruda e imprevisible, el alma del poeta expiró a quien sabe que dimensión esperando por ella, pero esta vez de una manera perdida... Perdida tras ella tras su esencia desquiciante... Y llegaste tú para traerla de regreso a buscarlo. Gracias hija- Don Nicot lloró_ (Cristal temblaba)
_ ¿Irás al funeral? Celebraremos misa, aunque él fue quizás un hereje, es sin dudas un hijo de Dios
-Si claro que estaré. ¿Vino su hijo? -Pregunto algo tímida Cristal.
-¿Richard? Si, fue él quien me llamó a España, se encarga ahora de todos los trámites. Su relación con Leonardo se había hecho muy fuerte en los últimos años. Cuando le descubrí, Richard venia a visitarlo a menudo al sanatorio; dicen las monjitas que sólo hablaba con él sabes? Tienen mucho en común Don Nicot dejo la frase abierta._ Cristal suspiró.
Si te animas te esperamos a las ocho _Don Nicot besó las manos frías de Cristal, de aquella apasionada mujer que ahora sufría en su interior un dolor pasado que se hacía presente y la llevaba al desconcierto.
A la noche, salió hacia la iglesia... Era una noche fría y con aquella luna. ¿Miraba tanto Cristal a la luna o era ésta quien lo hacía? Suspiraba algo descompensada, cuando se paralizó todo alrededor suyo. Sólo el almendro le dejó caer una hoja como para hacerse notar. Se oyó una voz, aquella voz que le hincaba el alma. Era la voz de Richard a sus espaldas:
_"Ser allí donde no nos reconocemos y reconocernos allí donde no somos”. Hola fragancia.
_"Regresas bajo el mismo signo ante mi soledad que muere, regresas y no sé si tengas la mirada en mis manos, el aliento en mi voz..." hola poeta.
Cristal dio la vuelta y miró con sus ojos de gata al horizonte desafiante ante ella. Richard no estaba, había sido sólo su voz. Respiró cansada y a la vez, con un alivio marcado. Alzó la cabeza, y siguió el curso del viento. La esperanza de alas rotas se preguntó, si esta vez, daría Cristal con su amor a la vuelta del tiempo. Sería allí, a la vuelta del tiempo donde no se reconocerían, logrando hacerlo allí donde no eran? Sonrió loca y marcada quien sabe por qué voluntad del destino. Sonrió aquella alma que no sabía si había hallado al amor o si seguiría vagando en su fragancia hasta encontrarlo.
Un final a mi manera. "La fragancia de un Poeta”.
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