martes, 14 de octubre de 2008

Las historias de Crista, una nina Feliz.


Crista era una niña feliz, no solo a juzgar por su cara sonriente y saludable, parecida a un balón de cumpleaños: ella era, simplemente feliz. Creció entre las flores de su abuela, el olor a tierra desnuda y el amor de un ángel que Dios le envió para que fuera su madre. Tenía dos hermanos idénticos pero diferentes, un padre intransigente que la adoraba y un abuelo con ojos azules como el cielo de un día de sol y un corazón adorable, heredado por sus tías y primas del lado materno. Crista era la más pequeña, la más mimada, la más consentida y la más malcriada. Que más podía pedir una niña de campo, con amigas de verdad y novios imaginarios?

Su ángel era su compañera inseparable, con ella iba a eventos, lugares, conocía gente… Le enseñó su primera obra de teatro y como hablar y leer en publico y despertó la fantasía a través de cuentos interminables en las noches que ella no podía dormir.

(Aquella fantasía le permitió después, convertirse en escritora y hacer su primera novela a los 17 años, se llamaba: “En busca del Amor perdido”) Crista se fue deshaciendo de su capullo, poco a poco, pero tuvo la suerte de conocer todas las etapas de una mujercita, cada una a su tiempo. Se enamoró, no fue correspondida, otros se enamoraron de ella sin conseguir su amor, vivió pasiones que volcó en miles y miles de cuadernos que hoy quizás pernocten en quien sabe dónde… Pero a pesar de todo, siguió siendo feliz, afortunada profesionalmente y querida, muy querida, por su ángel, por su familia, por las amigas inseparables de la infancia y por otras y otros que se sumaron a lo largo del camino. Tenía una bicicleta que ella manejaba de manera muy singular, un paseo hermoso que recorrer cada día para ir hacia la ciudad a trabajar, un parque… un parque enorme con estatuas, testigos fieles de las historias de amor más impensadas y un público, un público que esperaba su voz todas las tardes… Crista, a pesar de la escasez, el comunismo y las limitaciones…seguía siendo… Feliz?? No, ya no era tan feliz… no lo era, porque a pesar de que su ángel se enfermo (y ella estuvo allí para curarla hasta que se recuperó). A pesar del cariño, de su buena aura, su suerte, los amigos y su público, Crista sintió la necesidad de irse de aquel lugar, dejar las flores de su abuela, la paz de su casa enorme, a su padre intransigente y a los mejores amigos del mundo…No, ya Crista no era feliz… necesitaba algo mas… pero qué?

Aun así, tomo la decisión y un Catorce de Octubre, se marchó sin despedirse, con el alma colgándole de los pies y su ciudad llorando porque no la volvería a ver, atravesar cada tarde, por los árboles del parque. Crista escogió un camino largo, que tuvo que sortear con cuidado para llegar a su… “Destino”?? En fin, a ese lugar donde decidió soltar amarras y crear su “Hogar”. Le fue muy difícil aceptar que allí no había paseos para recorrer en su bicicleta, ni flores como las de su abuela, no estaba el cariño de sus hermanos, ni de su padre intransigente y jamás volvió a toparse con amigas como las de siempre. Su ángel seguía con ella, pero en una dimensión más abstracta. Crista, no tuvo otra opción que tragar en seco, encogerse de hombros y llorar por dentro. Conoció otros caminos, a otras personas, no todas malas personas, otro público, con un poco de magia, pero más frío. Han pasado cuatro años y Crista sigue llorando por dentro y recuerda, Crista recuerda que una vez, hace algún tiempo, ella, fue una niña feliz.