jueves, 24 de septiembre de 2009

DE CASTIGOS, IMPOTENCIAS Y CUBANOS.


"En cadenas vivir, es vivir en afrenta y oprobio sumido."



No, no hablaré del tema que se están imaginando. Me referiré a otro tipo de disfunción, la que corroe el alma. Hoy me contó un amigo que su padre había tenido un accidente en Cuba y se estaba recuperando; ayer falleció el abuelo de una prima, también en Cuba. Ninguno de los dos ha podido estar en estas circunstancias junto a los suyos. Mi amigo manifestó sentirse “impotente, mi prima no puede hablar a profundidad del tema, es demasiado difícil. Mi abuela tiene 95 años, es fuerte pero está delicada de salud. Mi madre,  bueno, de eso mejor no hablo. Estas historias se repiten a diario alrededor del mundo. “Cubanos lejanos”, se duelen la agonía de no poder así sin más, estar al lado de sus familias en los momentos difíciles.
Las razones son muchas: Sales de la isla, te enfrentas “al monstruo”, comienzas a sobrevivir. Un pasaporte nuevo puede valer lo que para muchos es una fortuna. Una prórroga demora varios días. De urgencia el trámite sobrepasa el pago de una renta. Tenemos que pedir “$permiso$” cada dos años para entrar al país donde nacimos. Otros ni siquiera podemos soñar con regresar, por cuestiones políticas, miedo, trabajo o por imposibles disímiles. Es como un castigo por elegir vivir en otro lugar del planeta.“¿ Quién dijo que en Cuba no hay libertad?"
El sentimiento que se experimenta es “tsunamicamente” estremecedor. Para muchos que no han podido o podrán regresar a esa isla bañada de azules aguas, la impotencia es asfixiante. El corazón se aprieta en su cavidad, la sangre fluye enfurecida, la angustia vuelve mueca la risa; el desprendimiento es como un órgano cercenado, sin cura, pieza de un rompecabezas “inarmable.”
Le comenté a mi amigo que en estos casos, sólo nos queda pedirle a Dios que ayude a los nuestros. Es lo que hago todos los días. Creo que hasta los más agnósticos, descreídos, renegados de fe, no tienen otra opción en muchas ocasiones. Pedir por ellos, por su salud, porque sean fuertes hasta la próxima vez que volvamos a encontrarlos si la vida nos lo permite; pedir a diestra y siniestra desde el alma, como alguien que pide desesperado una moneda, pedir como un adicto, pedir con fe, pedir por Cuba. Hasta que el pedido nos flagele la impotencia, como si fuésemos herejes.

lunes, 21 de septiembre de 2009

LA DIGNIDAD, TAMPOCO DEBE TENER FRONTERAS.



“Tengo fe en el mejoramiento humano”, escribió Marti, yo lo secundo y a pesar de la vida, también mantengo mi fe. Me catalogo de escéptica ante toda situación que se desarrolle en y para Cuba, sea desde y hacia cualquier ámbito. No puedo ser de otra manera después de haber nacido y crecido en un país donde la dignidad se tambalea a escala gobernativa. Escribiré lo que pienso y pensé sobre el concierto de “Paz sin fronteras”; ya manifesté mi punto de vista periodístico en la mañana. Traté de ser “relativamente imparcial e informativa”; pero ahora la que escribe es la cubana que dejó a su familia, porque no podía soportar el infierno y la censura del gobierno castrista.
Fue un concierto que estremeció a muchos, incluso, sorprendió a la mayoría, por muchas razones. Nadie esperaba que se mencionara la palabra “Libertad”, mucho menos los términos: “exilio” o “miedo”, vedados en Cuba hace cinco décadas; por eso reafirmo lo que exprese la primera vez: “Es imposible que cualquier evento que se realice en Cuba no tenga connotación política”, porque la conspiración humana es instintiva, ante cualquier causa oprimida. Hubo un mensaje subliminal conspirativo desde que comenzó el concierto, en los temas de Olga: “Mentiroso, Bandolero y Cómo Olvidar”, lo hubo en el “Ojala” de Silvio Rodríguez, en el “Nada Particular” de Bose, en el “Yo tengo un amor difícil contigo de Amaury”, en el “Libertad” de Juanes, quien no pudo evitar gritar “Cuba Libre”. Imagino que algún espíritu “Mambi” estuvo presente y provocó en él “Una Carga al Machete”.
Es IMPOSIBLE estar en Cuba, cantar en Cuba, sin pensar en la “Libertad”, porque Cuba grita calladamente esta necesidad, porque los cubanos, aunque vivan en el silencio oprimido, tienen en el alma el machete que vibra y la necesidad de alzarlo.
A Juanes no puedo dejar de agradecerle el gesto de manifestar un grito necesario: “Cuba libre”, de abogar por una necesidad de “No al miedo en la juventud”. Considero que fue muy valiente de su parte y respeto su posición de neutralidad cuando se le entrevistó. Los hombres que andan vociferando lo que harán, al final suelen no hacer nada.
Sentí mucha pena con los cubanos de acá, los del exilio, los que no pueden perdonar y también estuve en comunión con ellos, con su dolor, no con su agresividad. Es IMPOSIBLE perdonar cuando te han arrancado de tu vida a un familiar. Los entiendo y respeto, pero me inclino a buscar una alternativa al odio, pues desde el punto de vista lógico, nada ha conseguido en cincuenta años. Cincuenta años en los que penosamente se ha ido por el barranco una sociedad que involuciona, cuando cuenta con uno de los pueblos más inteligentes de America Latina y El Caribe. Perdónenme mis hermanos latinoamericanos, pero seria hipócrita si no digo que pienso que los cubanos, somos intelectualmente respetables. Penosamente se han divido y cercenado familias, principios, convicciones, almas. La “Revolución” ha destruido la integridad de muchos cubanos y ha generado que aflore lo peor en aquellos que siendo artistas, intelectuales, gente de bien, se han visto pisoteados por una dictadura detestable.
Lo siento por mi patria, me duelen mis hermanos. Me agota, me harta el circo mediático que se alza sobre las entrañas de mi patria. Cuba no necesita palabras, Cuba no necesita críticas, necesita acción y no la manipulación de muchos que han convertido la desgracia del pueblo cubano, en un negocio a 90 millas. Si aborrecemos a los Castro, no actuemos bajo su mismo telón, la literatura del alma, es diversa y aquellos que llevan cinco décadas gritando desde esta orilla, bien pudieron haber ideado otra historia con personajes más dignos.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Y todo vuelve a quedar en silencio


Y todo vuelve a quedar en silencio
Entre el ensordecedor sonido de tu mudez
Se le rompe el timpano a mi sonrisa
Y acude la tristeza a sobarle el corazón al tiempo.

Me remito a la última voz que guardé
Sobre el auricular desértico de la distancia
Y se conmueve el receptor de tus pasos
Perdidos en el camino hacia el jamás.

Acudo a zurcir amaneceres
Desde las medias rotas de tus pies
Me miro por la luz de una penumbra
En el espejo muerto de los años.

No es el Amor lo que se extraña
Ni la inmensidad de los abrazos
Es el abrazo vacío de gente…
Y todo vuelve a quedar en silencio.

Debajo del Cielo.



"Gracias AAM, por recordarme escribir nuevamente este cuento. "


A Crista le habían crecido los ojos, de tanto mirar al horizonte. Cada mañana amanecía absorta, contemplándolo; perdiéndose en su impasible frialdad, pero totalmente enamorada. Creía a veces que éste la llamaba; una atracción inexplicable, como si desde su dimensión, él también la estuviera deseando.
Un día, sintió un grito mudo que provenía desde sus entrañas, catapultándola hacia aquello que desde hacía mucho tiempo, deseaba materializar. Al primer rayo de luz, salió con más miedo que certeza en su búsqueda y así anduvo días, sorteando difíciles accidentes geográficos, batiéndose con el viento, debajo de escalofriantes tormentas o de un calor asfixiante; pero no se detuvo, su necesidad de encontrarlo, se había convertido en una especie de obsesión. Durante las noches, rogaba a las estrellas alguna luminosidad profética. Hablaba con la luna, hasta con cada uno de sus cráteres…pero ellos ignoraban su angustia y despertaba mojada de rocío y desconcierto, con el alma hecha un ocho.
Cuando le parecía estar a punto de encontrarlo, el horizonte se le perdía como una aparición producto del delirio, una quimera irreal que la dejaba sin fuerzas, desesperada y triste, pero que la impulsaba a seguir. “Quizás mañana… quizás mañana”, se consolaba mientras en su rostro comenzaba a tatuarse la huella del cansancio y sus ojos eran cada vez más enormes, más claros y angustiosos, pero recobraba su brillo al amanecer, cuando volvía a retomar su aventura amorosa.
Así sería hasta el final de sus días, la historia de Crista, una mariposa enamorada del horizonte, que nunca renunció a su sueño, a pesar del desaliento o la fatiga. El horizonte le hacia el juego eterno de la búsqueda y el encuentro; aproximándosele provocativo y desafiante; mientras ella daba toda la fuerza de su esencia por encontrarlo. De esa forma llegarían a amarse eternamente, desde lejos, protagonistas de un juego frugal y carente de climax. Sería él, para ella, su más grande y anhelado deseo; sería ella, para él, su más fiel y esperada mariposa.