viernes, 27 de diciembre de 2013

El Canje


El vidente lo dijo. El mismo hombre que predijo la enfermedad de mi madre, también adivinó mi futuro, en junio de 2004: “Este 31 de diciembre estarás en territorio estadounidense”. Una vez más mi incredulidad dudó. Yo, sin planes en lo absoluto de emigrar y sin posibilidades concretas de poder hacerlo; pero así, como dijera el vidente, sucedió.
Quizás fue su clarividencia o tal vez mi súplica ante aquella estatua de La Milagrosa, durante mi visita a  aquel convento en el que las monjitas pasaban sus últimos días, cuando ya habían cumplido su labor caritativa y religiosa en República Dominicana. No recuerdo haber llorado tanto como aquel día. No sé si por el impacto con la misericordia de Dios, reflejada en el rostro de aquellas mujeres o por la incertidumbre sobre mi futuro en aquel país. En República Dominicana, lloré mucho; fue la última vez que lo hice, cuando asistí a una misa religiosa. Incluso, creo que fue la última vez y punto.
Lo cierto es que así fue. El 31 de diciembre de 2004, crucé la frontera desde Matamoros hasta Brownsville y pisé tierra americana. Allí comenzó el canje. El intercambio entre felicidad y materialismo. El indulto a mi libertad, a cambio de seis días detenida en un refugio federal. El trueque que a partir de ese momento, me ofrecería una emancipación real.
Ha sido un canje con privilegios, eso sí. Conocer Disney World y mirar abismada el lujo rojo de la Navidad, no con un nudo, sino con un cincel tallando la garganta. Un canje que no ha admitido nunca,  llegar  hasta el alma.

El canje es la respuesta a los abrazos que se pierden en mi vacío. Es descifrar cada uno de mis existencialismos cuestionados. Es darle un sentido a la tristeza, a las velitas multiplicadas de todos los cumpleaños de mis sobrinos, en los que no estuve y en las canas de mis padres que no he peinado. Es el por qué de mi realidad. Y así sigo, como mi cuento de la mariposa, que soñaba con encontrarse con el horizonte; haciendo canje con la vida.   

martes, 8 de octubre de 2013

Realidad e impermanencia.



El primero en marcharse fue el abuelo. Un día decidió que debía tomar un barco que lo estaba esperando, para irse a España. Fueron muchas las ocasiones en las  que lo sorprendimos cruzando el muro del portal o que tuvimos que persuadirlo para que no se escapara de madrugada. Por más que insistimos en que no había tal barco y que nadie en la Madre Patria lo esperaba, él no abandonó su idea. Quizás lo agobiamos tanto, en nuestro empeño de cuidarlo, de protegerlo de aquella aventura “Alzheimeresca”, que por eso, un día, decidió dejar de respirar y cumplió parte de su objetivo: irse. No nos dijo a dónde esta vez; yo estoy segura que fue al cielo, el abuelo era un hombre muy bueno.
Poco a poco fueron marchándose algunos primos, emigraron a otras partes de la isla, a las ciudades que les permitirían una vida algo más libre y mejor. Después fueron los tíos; a algunos no les alcanzó mucho la vida y no creo que se hayan ido porque querían. Mima ha sido la última en decir adiós, ella sí estuvo en pleno acuerdo de irse y a pesar de que todos creímos que después del abandono del abuelo, ella no lo soportaría, decidió quedarse por catorce años más, junto a nosotros.
Yo me fui hace ocho años; me fui, incluso de mí misma. Todos, de alguna forma, hemos tomado un destino que nos aparta del pasado, de lo que fuimos. La dialéctica de la vida, esa realidad del adiós, inevitable, me aterra. Todos somos víctimas de la “impermanencia”, de la inmisericorde carencia de eternidad.
 

Tactilmente táctica.


Porque la gente anda como en un cañaveral, cortando a diestra y siniestra sin detenerse a escoger entre verdes y maduras... Maite (a la que le dicen Luna)

El tacto... ¿Qué es? Del latín “tactus”, el tacto es uno de los cinco sentidos básicos de los seres humanos (junto al gusto, el olfato, la visión y la audición). Se trata de aquel que permite percibir sensaciones de contacto, temperatura y presión. La noción de tacto también se utiliza en sentido simbólico para hacer referencia a la prudencia que se necesita para tratar (“tocar”) un asunto delicado. Tacto es una de los términos comúnmente usados y penosamente poco interiorizados

 (A excepción de los rectales y vaginales, que son interiores ) Y es que a la gente tristemente no le alcanza la sensibilidad de tener en cuenta ínfimos detalles que lejos de dar paz, generan duda y desconcierto, aun en los seres humanos con mayor fortaleza y seguridad espiritual... Tacto señores!!! No cuesta más que detenerse un segundo y pensar!!! Que los demás están en el hoy de un ayer que no existe y que será mirado desde el mañana como el ayer del hoy... Voy a dormir... Me duele el tacto de mis dedos.

lunes, 7 de octubre de 2013

“Ser” universal.



 
“Descubanizarse”, no consigo dejar de pensar en el término con el que evoco grotescas imágenes de un hombre clavándose la estaca de madera, para arrancarse la necesidad innata de morderse a sí mismo o en pleno despojo espiritual de ese ente oscuro que lo persigue. ¡Vade Retro “Cubanás”, líbrame de este mal!
Escribir, no significa plantearse un código genético o inocularse una proyección literaria. Se escribe por impulso, por necesidad de expresión, a menos que sea por encargo.  Dejar de ser, alienarse en un universo desconocido, porque resulta conveniente; no se traduce para mí, en otra cosa que en oportunismo. “Descubanizar” una  expresión literaria: una necesidad que confunde renunciar a la autenticidad, con desprenderse de vicios.
Me entristece, me espanta ver a un grupo de coterráneos en penosa pugna por el pasado, esa etapa que parece adherírseles de mala entraña, adictivamente  escondida en el alma, corroyéndoles la posibilidad de cambiar lo que fueron ayer, de ser felices, de darle un vuelco a  la perspectiva, de generar un  rumbo diferente por el que abandonaron su tierra. De olvidar un poco esa fauna selvática que quedó atrás.
“Descubanizarse” no debería significar dejar de ser, sino  renunciar a esa escala degenerativa, a los rezagos y traumas de los desfiles, de los trabajos voluntarios y las reuniones de “compañeros” charlatanes; de los discursos de dedos parados y retórica indeseable. Desprenderse de esa escritura Orwelliana, que desemboca en una  versión mediocre, simplona, cantinflesca, burda.
 Prefiero cubanizar mi realidad, multiplicándola a cada segundo en este universo, sin renunciar a mi identidad en alguna  de mis proyecciones. Soy cubana, luego, si se puede,  del universo.

 


miércoles, 24 de julio de 2013

Llena tu memoria, paga lo que debes.


                    

Pagan por emerger en un hueco de censura ideológica.  El precio es alto, pero no importa, vale más estar en consonancia con el mundo exterior, que hasta el plato de comida que no llega a la mesa. Sentados, familia en casa, sin los miedos de ayer, disfrutan de copias gastadas de telenovelas, musicales, películas. Mientras más información se recibe desde el norte , más caro se paga. Memorias, mp3s,  mp4s, cualquier soporte que pueda inocularsele al DVD, es bienvenido. 
Así se trafica, de mano en mano, de bolsillo en bolsillo, el mundo prohibido para los cubanos. Del otro lado del televisor, el régimen repite la manipulada programación, que a muy pocos les importa. No cuenta si los shows que se compran en el mercado negro son de buena factura o si marcaron  medio punto de rating en sus canales, el deseo de sentirse “ser humano libre de ver lo que se le antoja”, es más fuerte. 
Es la penosa realidad de unos entes vivientes, ajenos por dictado gubernamental , a la realidad. Es la era capitalistoide de los Castro, la salvaje segunda parte o versión mejorada de un comunismo admitidamente  obsoleto. Una economía que mercadea necesidad y carencias, que conjuga el verbo “Aprovechar", en todas las personas, números y tiempos. Un modelo de supervivencia salvaje, que apocopa y destruye la esencia humana, porque lo que sirve, lo que vale, lo que cuenta, es sobrevivir.  No importa si comerás mañana,  comprar 8 Gigas de programas de afuera, es lo que se necesita  ahora, llena tu memoria y paga lo que debes.

miércoles, 3 de julio de 2013

LA INSALVABLE.


“Dios te salve, Cuba, desde la súplica de un “Padre Nuestro” hasta la simbiótica esencia de cualquier deidad. No importa, sólo importa que te salves.”

Me reencontré con ella. En realidad, me reencontré conmigo misma; con lo que fui por más de veinte años y que permanece intacto en mí, inexorablemente, increíblemente, desafiantemente. Nos miramos, nos reconocimos, pudo parecer la letra de cualquier canción, hecha imágenes. Pudo incluso semejarse a la puesta de cualquier obra teatral; pero no, aquel momento fue único, fue nuestro: Me reencontré con ella.
Ella fueron los ojos y el abrazo de mi angelical madre, de mi suprema madre. Ella fueron las nalgadas y las emociones contenidas de mi padre, por miedo, por machismo: “Porque los hombres no se rajan”.
Ella estuvo en el desprendimiento de ese ente “tempánico”en el que me convertí por casi siete años, en el abandono de mi alma ante el magnífico abrazo con la gente, con mi gente.
Mi ausencia no valió de nada para salvarla. La lejanía no hizo mella en el desgaste, no sucumbió en la tendencia involutiva, en los edificios gastados, destruidos; en la carencia inmisericorde, en el surrealismo tan real que duele hasta los huesos. Mi ausencia no consiguió que se salvara de la tristeza, de esa necesidad casi idiosincrática de huir, a donde sea y como sea, pero huir. Esta separación no contuvo represiones ni repudios, no pudo cercenar las rejas de los castigados. Tampoco derrotó la ignorancia y la enajenación.
Me fui noventa millas y fueron siete años… y ella aún sigue sin salvarse.


La historia sin futuro.

Hay un sentimiento interior más fuerte que yo, en ocasiones siento que me va a derrumbar. Es miedo: miedo por Cuba. Lo escribo y siento el escalofrío. Siempre dije que Cuba vivía “Un holcausto” paulatino, refiriéndome a la destrucción de su sociedad, de sus valores, de su humanidad. La isla ha “sobrevivido” todo este tiempo, manejada por un sistema que inhibe el pensamiento de sus habitantes. Los cubanos son objeto de un experimento que al régimen le ha dado resultado por medio siglo (no se hasta cuando.) Me explico: Lo primordial para un ser humano es cubrir sus necesidades económicas. Este ha sido el juego utilizado por la dictadura: mantenerlos “expectantes” ante “la llegada”. Llegada de “la canasta básica” (Racionada y jamás balanceada) de alimentos, de manera parcial; para de esa forma, cuando están a punto de gritar porque “Se terminó el aceite”, sientan el alivio porque “Llegaron los huevos”. La manipulación emocional impide que el ser humano reaccione por impulso propio. Es por ello que muchos se preguntan por qué no ha existido una rebelión en la isla. En mis debates sobre “la solución” a la paupérrima situación que vive Cuba, siempre dije que para mí la única seria “Una  guerra civil”. La bloguera cubana “Yoanys Sanchez”, en su cobertura por el huracán Ike, manifestó este temor. Lo cierto es que este país, que fuera antaño uno en vías de un esplendoroso desarrollo, resulte ahora casi un “Cementerio de edificaciones, principios y futuro”. El comunismo, como todo dogma, inhibe el razonamiento y cerca al ser humano en su propio yo. El cubano, conocido en el mundo por su solidaridad, su alegría y espontaneidad, ha pasado a convertirse en ente expectante que actúa a la defensiva: Familias segregadas en su propio seno, amistades inexistentes, imposibles: Gente enajenada, casi “zombis”, peleándose por artículos electrodomésticos que el sistema “Rifa” entre los trabajadores que tratan de “Pasar un por encima de otro” para conseguirlos; profesionales cansados de salarios inservibles, “sirviendo” a un turismo que en absoluto beneficia al pueblo, niños desvirtuados, confundidos cuando los llaman “La esperanza del Mundo”… ¿De ese mundo? Imagino que los niños cubanos sientan una presión muy fuerte al pensarse “salvadores” de esa barca sin rumbo por las aguas del Caribe. 
Hoy Cuba y Catástrofe son sinónimos, sinónimos enmarcados por un signo de interrogación gigante, por una incertidumbre absoluta. Unos se atreven a comparar la situación con la historia del arca de Noe, para otros es una “depuración necesaria” para dar comienzo al cambio y para los creyentes, es la respuesta de una virgen molesta con una dictadura demasiado larga. Yo no tengo adjetivos, los míos, ante la impotencia, se convierten en un liquido salado que se antoja por salir de mis ojos.

miércoles, 5 de junio de 2013

Últimos días del comienzo.


Yulia caminaba apresurada entre el tumulto de gente que al igual que ella, lejos de sentir dolor o compromiso, quería escapar, pero no se atrevía a hacerlo. Por más de medio siglo no conocían otra cosa que el miedo ante la rebelión y el castigo a lo que esto conllevaba. La adoración dogmática se había convertido en algo común y difícil de abandonar.
 La Plaza de la Revolución era la misma que ella había dejado siete años atrás, pero ese día estaba oscura, no sabía si era el clima o si de repente se abriría el cielo en dos, como en un pasaje bíblico que regresaría a la vida, a once millones de crucificados. Aún pudo escuchar gritos recurrentes y la retórica manipuladora de algún discurso dictatorial. La habían enviado de urgencia en un vuelo de Taca hacia La Habana. Viajaba únicamente acompañada por su camarógrafo y una pequeña mochila con lo que alcanzó a recoger en su casa.
Fidel Castro había muerto. Yulia había pasado años pensando en aquel momento, en qué decir, en cuál sería su reacción al conocer la noticia. Aquel 25 de abril de 2012 se dio cuenta de que todo lo pensado y planificado estaba de más. La mezcla de odio y rechazo hacia aquella persona a la que la habían obligado a adorar venerablemente durante buena parte de su vida, era como un volcán erupcionando a diestra y siniestra en todo su yo.
Logró hacerse hacia una esquina donde tendría mayor visibilidad. Desde allí conseguirían buenas imágenes y quizás alguna reacción de un cubano con la valentía de hablar lo que pensaba.
El féretro aún no estaba a la luz pública y los medios oficialistas sólo repetían un mensaje luctuoso. Las escuelas no abrieron sus puertas y los niños  permanecían en casa aburridos y un poco ajenos a lo que estaba sucediendo. En los centros laborales, los funcionarios dictaban las últimas medidas del Partido para mantener la calma. La gente comentaba en voz baja; unos, se encerraban para dar gracias a Dios sin que los guardias apostados en cada esquina los vieran. No faltaba uno que otro atrevido disidente gritando alguna consigna y algún que otro anciano desdentado llorando porque “Se murió Fidel”.
En el Palacio de la Revolución, Raúl Castro con una parálisis facial, dictaba el discurso gastado y falso de que “Fidel siempre estará entre nosotros”; mientras dos de sus yernos se miraban conspiradores, pensando en el golpe de estado que tenían planificado para las próximas horas.
Finalmente, Yulia recibió una llamada a su celular. El dictador sería velado en una ceremonia que duraría una semana en la Plaza de la Revolución, pero no se hablaba de entierro. La idea de la taxidermia comenzó a correr en un murmullo que aún no estaba confirmado, pero que evidentemente seria la estrategia más probable para mantener la imagen del Gran Comandante vigilando eternamente. El velatorio no comenzaría hasta las primeras horas de la mañana así que Yulia contaba con tiempo para tomar imágenes. La agobiaba  una necesidad imperiosa de irse al malecón y sentarse a contemplar la realidad involutiva de la sociedad cubana, de la que aún se sentía parte; pero hacerlo era peligroso dada la fuerte vigilancia que se había incrementado en los últimos minutos.
De repente se sintió protagonista de una historia Orwelliana y su sentimiento se agudizó cuando un helicóptero negro empezó a sobrevolar con un altoparlante que chillaba una y otra vez  el discurso de “Patria o Muerte: Venceremos”, en voz del difunto dictador.
Optó por marcharse con su colega al hotel. Aquella noche fue imposible dormir tranquilamente. A las seis de la mañana ya estaban en pie. Era necesario reservar un buen sitio para grabar y la prensa internacional se había convertido en una jauría incontrolable, incluso para la policía. La suerte, su compañera de carrera, les permitió hallar el ángulo perfecto por donde llegaría y luego se colocaría el féretro. Desde allí debería transmitir en vivo la ceremonia que increíblemente mantenía, en vilo,  a gran parte del planeta y al exilio y sus representantes, preocupados y expectantes.
 Un fuerte rumor de que el gobierno norteamericano finalmente se desentendería del conflicto cubano los preocupaba tremendamente. Se decía que ya los demócratas habían propuesto que se eliminara el apoyo gubernamental a cuanta organización o institución anticastrista existiese en el país, pues el déficit presupuestario estaba a punto de explotar por la crisis y al morir Castro, ya no tenía sentido tanto gasto.
El ensombrecido desfile finalmente comenzó:
“En un despampanante despliegue militar, los restos del dictador Fidel Castro están siendo  llevados a la explanada principal de la Plaza de La Revolución en La Habana. La octogenaria cúpula oficialista y mandatarios de varios países latinoamericanos rodea en estos momentos a quien fuera su figura principal por más de medio siglo y al parecer tienen intenciones de hacer algo parecido a un ritual de guerra…” 
Yulia, para sorpresa suya había podido contarle a la audiencia de su noticiero en Miami, lo que estaba sucediendo, sin que los nervios y el rechazo la traicionaran. Durante los próximos días, tuvo la oportunidad de entrevistar a varias personas y conocer gente interesante en todos los aspectos. Consigo se llevaba (Si no la traicionaba su suerte), buen material para su serie “Últimos días del comienzo”. Su recién concluido  reportaje informaba sobre la decisión del gobierno de enterrar al ya pestilente desde años atrás, cadáver de Castro; pero una llamada la dejó boquiabierta. No podía creer que en Miami, líderes del exilio y varios congresistas, reclamaban al gobierno castrista, que los tuvieran en cuenta para decidir que hacer con el “dictadaver”. En una larga carta enviada a Raúl Castro, exigían que se contara con ellos porque se sentían terriblemente víctimas del régimen que había implementado el fallecido mandatario. En la segunda parte pedían algo increíble: Que se le hiciera la taxidermia y el dictador permaneciera a la vista de todos, como recordatorio del daño que le había ocasionado al pueblo cubano. A cambio, exigirían al gobierno de Washington que levantaran el embargo y se concediese la libertad a los cinco espías.
En otra carta enviada a la administración de Obama y con firmas exiliadas, solicitaban que se mantuviese el apoyo a la lucha anticastrista, porque un criminal así era difícil de perdonar y llevaría tiempo y esfuerzo conseguirlo. Una delegación del exilio, tendría como misión, cada mes, viajar a la isla a gritarle improperios a la urna en la que descansaría el barbudo. Anualmente se realizaría el Congreso Anticastrista y cada domingo, cubanos escogidos, residentes en Miami, deberían marchar en la plaza de Cuba, para recordar el doloroso holocausto del pueblo cubano. Todos estos eventos serian subsidiados por el gobierno norteamericano y deberían ser transmitidos por Radio y Tv Marti.
“Y finalmente la controversia por el destino del cadáver del dictador Fidel Castro, terminó concediéndoles el deseo al exilio cubano. El régimen de La Habana, accedió a embalsamar a su Gran Jefe. Tres médicos rusos y un norcoreano, realizaron el proceso que conservaría la famélica pero amenazante figura de Castro” Soy Yulia Luna, para Noticias….
Yulia regresó a Miami. El hálito de sorpresa no la abandonaba. En varias vidrieras del Aeropuerto Internacional, estaban a la venta souvenirs con “Aplanadoras anticastristas” y camisetas con letreros de “Repudio al Cadáver”. Cubana de Aviación anunciaba aumentos en las tarifas para volar a Cuba y una marcha en la Calle Ocho, reafirmaba que: “La lucha continuaría”.

viernes, 5 de abril de 2013

La impiedad en los tiempos modernos.

El término evocaría quizás, imágenes religiosas, castigos, flagelaciones, épocas en las que reinaban inquisiciones y dictaduras; tiempo pasado que en la modernidad se disfraza tras una máscara compasiva, imperceptible, pero penosamente falsa. Al menos, siglos atrás, el verdugo llevaba capucha, el inquisidor su cruz sin perdón y la horca, una buena soga. En la actualidad, resulta un poco difícil, reconocer a los que practican la crueldad, sin compasión y casi por deporte o por esquematismos involutivos. El impío puede ser el que te sonríe por el pasillo, pero no te permite pasar primero, o quizás el que asegura ser tu mejor amigo y tiene más ganas de verte tropezar y caer, que un atleta, ganar el oro en la Olimpiada. Puede ser, el impío, aquel que te ignora cuando le pides una oportunidad de vida y creyéndose Dios, te la niega, o el que por miedo a perder lo que tiene profesionalmente, no permite que brilles cerca, pero también lo es, ese que te niega el asiento en el bus, aunque seas mujer, aunque seas anciana y el impío sea un macho, un espécimen que no suelta babas y no huele a azufre, porque Dios es muy grande y la diversidad humana, en términos físicos, muy escasa. El impío es el que, si pudiera, te pasaría por encima con el auto, en hora pico, el que te grita improperios, porque no CON DU CES como él... Y SEGURO ERES MUJER!!! Existen muchos, tantos, infinitos e insalvables impíos, de todos los colores, de todos los tamaños, con todos los acentos y todas las etnias, pero el que más molesta, es el que te toca. Dolorosa, pero real verdad de vida. ¿ Y tú, conoces a algún impío, o es que me los he tomado todos para mi ?