“Descubanizarse”, no
consigo dejar de pensar en el término con el que evoco grotescas imágenes de un
hombre clavándose la estaca de madera, para arrancarse la necesidad innata de
morderse a sí mismo o en pleno despojo espiritual de ese ente oscuro que lo
persigue. ¡Vade Retro “Cubanás”, líbrame de este mal!
Escribir, no significa
plantearse un código genético o inocularse una proyección literaria. Se escribe
por impulso, por necesidad de expresión, a menos que sea por encargo. Dejar de ser, alienarse en un universo
desconocido, porque resulta conveniente; no se traduce para mí, en otra cosa
que en oportunismo. “Descubanizar” una expresión
literaria: una necesidad que confunde renunciar a la autenticidad, con
desprenderse de vicios.
Me entristece, me espanta
ver a un grupo de coterráneos en penosa pugna por el pasado, esa etapa que
parece adherírseles de mala entraña, adictivamente escondida en el alma, corroyéndoles la
posibilidad de cambiar lo que fueron ayer, de ser felices, de darle un vuelco a
la perspectiva, de generar un rumbo diferente por el que abandonaron su tierra.
De olvidar un poco esa fauna selvática que quedó atrás.
“Descubanizarse” no debería
significar dejar de ser, sino renunciar a
esa escala degenerativa, a los rezagos y traumas de los desfiles, de los
trabajos voluntarios y las reuniones de “compañeros” charlatanes; de los
discursos de dedos parados y retórica indeseable. Desprenderse de esa escritura
Orwelliana, que desemboca en una versión
mediocre, simplona, cantinflesca, burda.
Prefiero cubanizar mi realidad, multiplicándola
a cada segundo en este universo, sin renunciar a mi identidad en alguna de mis proyecciones. Soy cubana, luego, si se
puede, del universo.