miércoles, 24 de julio de 2013

Llena tu memoria, paga lo que debes.


                    

Pagan por emerger en un hueco de censura ideológica.  El precio es alto, pero no importa, vale más estar en consonancia con el mundo exterior, que hasta el plato de comida que no llega a la mesa. Sentados, familia en casa, sin los miedos de ayer, disfrutan de copias gastadas de telenovelas, musicales, películas. Mientras más información se recibe desde el norte , más caro se paga. Memorias, mp3s,  mp4s, cualquier soporte que pueda inocularsele al DVD, es bienvenido. 
Así se trafica, de mano en mano, de bolsillo en bolsillo, el mundo prohibido para los cubanos. Del otro lado del televisor, el régimen repite la manipulada programación, que a muy pocos les importa. No cuenta si los shows que se compran en el mercado negro son de buena factura o si marcaron  medio punto de rating en sus canales, el deseo de sentirse “ser humano libre de ver lo que se le antoja”, es más fuerte. 
Es la penosa realidad de unos entes vivientes, ajenos por dictado gubernamental , a la realidad. Es la era capitalistoide de los Castro, la salvaje segunda parte o versión mejorada de un comunismo admitidamente  obsoleto. Una economía que mercadea necesidad y carencias, que conjuga el verbo “Aprovechar", en todas las personas, números y tiempos. Un modelo de supervivencia salvaje, que apocopa y destruye la esencia humana, porque lo que sirve, lo que vale, lo que cuenta, es sobrevivir.  No importa si comerás mañana,  comprar 8 Gigas de programas de afuera, es lo que se necesita  ahora, llena tu memoria y paga lo que debes.

miércoles, 3 de julio de 2013

LA INSALVABLE.


“Dios te salve, Cuba, desde la súplica de un “Padre Nuestro” hasta la simbiótica esencia de cualquier deidad. No importa, sólo importa que te salves.”

Me reencontré con ella. En realidad, me reencontré conmigo misma; con lo que fui por más de veinte años y que permanece intacto en mí, inexorablemente, increíblemente, desafiantemente. Nos miramos, nos reconocimos, pudo parecer la letra de cualquier canción, hecha imágenes. Pudo incluso semejarse a la puesta de cualquier obra teatral; pero no, aquel momento fue único, fue nuestro: Me reencontré con ella.
Ella fueron los ojos y el abrazo de mi angelical madre, de mi suprema madre. Ella fueron las nalgadas y las emociones contenidas de mi padre, por miedo, por machismo: “Porque los hombres no se rajan”.
Ella estuvo en el desprendimiento de ese ente “tempánico”en el que me convertí por casi siete años, en el abandono de mi alma ante el magnífico abrazo con la gente, con mi gente.
Mi ausencia no valió de nada para salvarla. La lejanía no hizo mella en el desgaste, no sucumbió en la tendencia involutiva, en los edificios gastados, destruidos; en la carencia inmisericorde, en el surrealismo tan real que duele hasta los huesos. Mi ausencia no consiguió que se salvara de la tristeza, de esa necesidad casi idiosincrática de huir, a donde sea y como sea, pero huir. Esta separación no contuvo represiones ni repudios, no pudo cercenar las rejas de los castigados. Tampoco derrotó la ignorancia y la enajenación.
Me fui noventa millas y fueron siete años… y ella aún sigue sin salvarse.


La historia sin futuro.

Hay un sentimiento interior más fuerte que yo, en ocasiones siento que me va a derrumbar. Es miedo: miedo por Cuba. Lo escribo y siento el escalofrío. Siempre dije que Cuba vivía “Un holcausto” paulatino, refiriéndome a la destrucción de su sociedad, de sus valores, de su humanidad. La isla ha “sobrevivido” todo este tiempo, manejada por un sistema que inhibe el pensamiento de sus habitantes. Los cubanos son objeto de un experimento que al régimen le ha dado resultado por medio siglo (no se hasta cuando.) Me explico: Lo primordial para un ser humano es cubrir sus necesidades económicas. Este ha sido el juego utilizado por la dictadura: mantenerlos “expectantes” ante “la llegada”. Llegada de “la canasta básica” (Racionada y jamás balanceada) de alimentos, de manera parcial; para de esa forma, cuando están a punto de gritar porque “Se terminó el aceite”, sientan el alivio porque “Llegaron los huevos”. La manipulación emocional impide que el ser humano reaccione por impulso propio. Es por ello que muchos se preguntan por qué no ha existido una rebelión en la isla. En mis debates sobre “la solución” a la paupérrima situación que vive Cuba, siempre dije que para mí la única seria “Una  guerra civil”. La bloguera cubana “Yoanys Sanchez”, en su cobertura por el huracán Ike, manifestó este temor. Lo cierto es que este país, que fuera antaño uno en vías de un esplendoroso desarrollo, resulte ahora casi un “Cementerio de edificaciones, principios y futuro”. El comunismo, como todo dogma, inhibe el razonamiento y cerca al ser humano en su propio yo. El cubano, conocido en el mundo por su solidaridad, su alegría y espontaneidad, ha pasado a convertirse en ente expectante que actúa a la defensiva: Familias segregadas en su propio seno, amistades inexistentes, imposibles: Gente enajenada, casi “zombis”, peleándose por artículos electrodomésticos que el sistema “Rifa” entre los trabajadores que tratan de “Pasar un por encima de otro” para conseguirlos; profesionales cansados de salarios inservibles, “sirviendo” a un turismo que en absoluto beneficia al pueblo, niños desvirtuados, confundidos cuando los llaman “La esperanza del Mundo”… ¿De ese mundo? Imagino que los niños cubanos sientan una presión muy fuerte al pensarse “salvadores” de esa barca sin rumbo por las aguas del Caribe. 
Hoy Cuba y Catástrofe son sinónimos, sinónimos enmarcados por un signo de interrogación gigante, por una incertidumbre absoluta. Unos se atreven a comparar la situación con la historia del arca de Noe, para otros es una “depuración necesaria” para dar comienzo al cambio y para los creyentes, es la respuesta de una virgen molesta con una dictadura demasiado larga. Yo no tengo adjetivos, los míos, ante la impotencia, se convierten en un liquido salado que se antoja por salir de mis ojos.