viernes, 5 de abril de 2013

La impiedad en los tiempos modernos.

El término evocaría quizás, imágenes religiosas, castigos, flagelaciones, épocas en las que reinaban inquisiciones y dictaduras; tiempo pasado que en la modernidad se disfraza tras una máscara compasiva, imperceptible, pero penosamente falsa. Al menos, siglos atrás, el verdugo llevaba capucha, el inquisidor su cruz sin perdón y la horca, una buena soga. En la actualidad, resulta un poco difícil, reconocer a los que practican la crueldad, sin compasión y casi por deporte o por esquematismos involutivos. El impío puede ser el que te sonríe por el pasillo, pero no te permite pasar primero, o quizás el que asegura ser tu mejor amigo y tiene más ganas de verte tropezar y caer, que un atleta, ganar el oro en la Olimpiada. Puede ser, el impío, aquel que te ignora cuando le pides una oportunidad de vida y creyéndose Dios, te la niega, o el que por miedo a perder lo que tiene profesionalmente, no permite que brilles cerca, pero también lo es, ese que te niega el asiento en el bus, aunque seas mujer, aunque seas anciana y el impío sea un macho, un espécimen que no suelta babas y no huele a azufre, porque Dios es muy grande y la diversidad humana, en términos físicos, muy escasa. El impío es el que, si pudiera, te pasaría por encima con el auto, en hora pico, el que te grita improperios, porque no CON DU CES como él... Y SEGURO ERES MUJER!!! Existen muchos, tantos, infinitos e insalvables impíos, de todos los colores, de todos los tamaños, con todos los acentos y todas las etnias, pero el que más molesta, es el que te toca. Dolorosa, pero real verdad de vida. ¿ Y tú, conoces a algún impío, o es que me los he tomado todos para mi ?