jueves, 14 de abril de 2011

QUE MORIR POR LA PATRIA ES VIVIR


En mi búsqueda diaria de noticias sobre Cuba, me he encontrado un video de un acto de protesta en mi ciudad natal, Colón. No era un grupo numeroso, sumaban quizás ocho hombres y una mujer; llevaban en sus manos una bandera cubana y un cartel y en la voz los gritos de “Libertad” y “Abajo la dictadura”. Me conmovió verlos, eran pocos pero la fuerza de su grito me rozó el alma. Caminaban unidos y era evidente que estaban temerosos. Recordé años atrás cuando veía a otros grupos parecidos marchar o poner flores en el busto de José Marti. También recuerdo a los “agentes de seguridad”, apostados, vigilantes como serpientes, listos para atacar con sus lenguas represivas. Me asaltó una vez mas la pregunta de que si yo hubiese estado allí, en aquel momento, me hubiera sumado a ellos. Una vez más, no tuve una respuesta concreta para mí misma; pero a la vez, encuentro la respuesta para el por qué los cubanos no se han alzado en una rebelión: “Están aterrados”, están conscientes de que cualquiera puede delatarlos, de que no pueden hablar todo lo que quisieran, ni en público, ni por teléfono, ni siquiera pueden pensar. Tienen miedo. Es necesario vivir en medio de una dictadura, de un régimen que muestra un rostro inofensivo y perfecto ante el mundo, mientras ante su pueblo pone cara de monstruo y actúa como tal, represivo, cruel, autor de un mecanismo indetenible de intimidación y amenaza. Miles de veces he pensado en soluciones, he mirado al futuro para intentar ver cómo estará mi país; sigo pensando como años atrás, no creo que en un diálogo pacífico entre los hermanos Castro y la oposición; sinceramente, no creo en ningún tipo de diálogo. Me alivia un poco el hecho de que poco a poco se estén derribando barreras, de que las voces que se oponen a la dictadura castrista se abran paso entre las multitudes y de cubano a cubano, se vaya develando el misticismo de la falsa revolución cubana y la gente entienda que el camino esta en decirle “No” al miedo y pensar en un país libre para el futuro, para hijos y nietos. El camino esta en recobrar espíritus de Marianas y Maceos, en concientizar que “Morir por la patria es vivir” y no me ciega el romanticismo y sé que soy una de los miles que también deben cuestionarse con su conciencia. Sin falsas emociones, creo que hoy, a 90 millas, aún victima del miedo, no existiría mejor motivo que vivir por Cuba, de esa manera.